Amsterdam

Bueno, hace tiempo que no publicaba algo distinto… así que me ha apetecido mostraros un poquito de cómo vi, desde mi objetivo, la perspectiva de Amsterdam a principios del invierno. Una fecha poco común para viajar, pero con un trabajo atípico, y horarios totalmente dislocados,  no me queda más remedio que que viajar en fechas poco turísticas. Eso me permite, por otro lado, disfrutar un poco más de las ciudades, de su gente, en momentos en los que los turistas no son habituales. La impresión que me llevé no pudo ser mejor. Es una ciudad especial, con un encanto difícil de explicar, y una magia que te hace querer pasear, y pasear… aunque el frío te hace resguardarte de vez en cuando en su multitud de establecimientos con encanto. Os la aconsejo, de corazón. La magia de sus canales, sus museos, el encanto de cualquier calle, el color… si el color. Que hay pocas horas de luz, vale, pero su luz es maravillosa, es escasa, pero es un larguísimo atardecer. Bueno, os dejo con un poquito del viaje…

Es curioso, pero una de las cosas que más me llamó la atención fue la cantidad de efectos personales que vi olvidados por sus calles… se que es una tontería, pero es que eso en España duraría poco en la calle…

Hace frio, si, pero una hamburguesa en plena calle, y un poco de vino caliente… hacen milagros!!

Si, ésta ciudad tienes leyes… digamos, distintas…

Su luz… sale pocas veces pero cuando sale… preciosa

Original, muy original restaurante. Muy pequeño, fundado con recetas de los propios clientes, mejor dicho, de sus madres y abuelas. Prefiero la comida española, cierto, pero esos guisos… con el frío que hace… mmmm interesantes. Y como homenaje, las fotografías de esas madres y abuelas en todo el restaurante. Muy aconsejable, os lo aseguro.